Un bonaerense, entre los mejores murales del mundo

Travel Study retrata, como su nombre lo indica, una chica joven que resalta una fotocopia dentro de un colectivo en movimiento. El cremiento del arte callejero.

 

Hasta hace no tanto, el arte callejero luchaba por no ser considerado un arte menor en comparación con otras disciplinas como la pintura, la música o el cine. Los famosos «tags», garabatos para el ojo del transeúnte común, firmas de graffiteros para los expertos, no han contribuido a que el arte callejero tenga buena fama. 

Sin embargo, cualquier mural de Martín Ron podría hacer hasta al más escéptico de los denostadores del graffiti jurar amor por el arte callejero. Aunque se trata de un tipo de arte distinto al que encontramos en un museo, quizás es justamente por eso que tienen un valor diferencial y único: son obras vivas, obras de todos y a la vez de nadie. 

 

Lo más probable es que todos los habitantes de la ciudad y la provincia de Buenos Aires hayamos visto uno: el de los médicos del Hospital de Clínicas, el del Diego de San Juan y Solís, el de la nena y su globo plateado en Bernal, los dos que decoran la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (UNLZ), entre muchísimos otros que pasams junto a su lado día a día, sin siquiera notar que se trata de una obra de arte. 

 

 

 

Martín Ron y el retrato de una piba del conurbano

 

El artista, oriundo de Caseros, manifestó su interés por pintar paredes desde que era un chico. En la adolescencia, consiguió pintar las paredes del jardín de infantes de su escuela, con lo que consiguió pagarse su viaje a Bariloche. Desde muy temprana edad, en el partido de Tres de Febrero realizaba murales en paredes despintadas, que le cedían los vecinos para que embellezca el lugar. Aunque es difícil calcular la cantidad, Martín puso su firma en más de 300 paredes. 

«La pared no deja de ser un soporte para que el artista se exprese. Uno elige pintar la calle por algo, sea la razón que sea que tendrá cada uno. Eso tiene que ver con la pasión, con cómo lo vive cada uno. ¿Por qué en vez de estar en una oficina todo el día con el aire acondicionado me estoy muriendo de calor porque estoy colgado de una soga a diez pisos de alto? Y bueno, es mi búsqueda. Me encanta lo gigante, pulir mi técnica en un entorno público, donde lo vea todo el mundo», afirma. 

A fuerza de mucho sacrificio y muchos años Martín ha desarrollado unos murales gigantes que «no pasan desapercibidos», en sus propias palabras. Para hacerlos trabaja con pintura, brochas y rodillos; no con aerosoles, lo que le otorga un diferencial con otros artistas callejeros del momento. La técnica hiperrealista colabora con que todo el mundo se babee y saque fotos a cada una de sus obras, que decoran ya varias ciudades del mundo. 

Con respecto al estatuto de este arte todavía muy nuevo, Martín cree que este tipo de reconocimientos son fundamentales para continuar fomentando el arte callejero. «Todavía no está tan legitimado. Están en la ciudad, no se sabe cuánto duran, la gente no sabe quién los pintó. Aunque sí crecimos un montón, quizás todos podemos salir hoy en día de nuestras casas y cruzarnos con un mural. Pero no deja de ser trabajo, y se necesitan estos espacios de difusión para que la movida siga creciendo», afirma. 

 

Fuente Pagina 12. Por Lucía Requejo

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